viernes, 24 de agosto de 2018

PROPUESTA PARA UNA POLÍTICA AGRARIA ARGENTINA

Propuestas para una la política agrícola.
(recopilación y opinión)

(Agosto, de 2018. Carlos Pazos)


En el marco del Congreso Internacional de Economía y Gestión “Econ 2017”, Alejandro Rofman (IADE), Carlos León (Cátedra Libre de Estudios Agrarios Ing. Agr. Horacio Giberti), Diego Fernández y Juan Manuel Villulla (Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios) participaron del panel 2015-2017: dos años de política agropecuaria. Un análisis crítico.
La actividad se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y abordó, distintos aspectos de la cuestión agraria argentina de los últimos dos años.
“La política pública se convierte solo en un paliativo para evitar que los conflictos lleguen a niveles no manejables. En realidad, no hay política agropecuaria. Quieren que el mercado marque la política agraria”, sostuvo Rofman en su disertación. 
“El rumbo futuro de la política económica está explicado por lo que pasa hoy. No hay incógnitas a develar. Sabemos adónde se quieren dirigir aunque intenten distraernos. El objetivo básico de un proyecto de este tipo es poner en funcionamiento otra vez un modelo de valorización financiera. Todo está atado a eso”, definió el presidente honorario del IADE para encuadrar al manejo agrario por parte del Estado.
A su turno, Carlos León coincidió con Rofman al mencionar las acciones desarticuladas del actual gobierno en materia agropecuaria: “No hay una política agropecuaria explícita, con programas, con instrumentos y objetivos específicos. Se han tomado un conjunto de medidas que impactan de forma seria en la tierra, la agricultura familiar y el trabajo”. 
El integrante de la cátedra Giberti detalló, en ese sentido, medidas regresivas como la quita de retenciones a la soja, la extensión del plazo de liquidación de exportaciones a 10 años o la modificación de la ley de Tierras y mencionó también la difícil situación de las cadenas productivas de base agropecuaria. “En el período 2003 a 2015 se avanzaron en algunos objetivos importantes como las leyes de emergencia en las comunidades indígenas, de trabajo agrario, de agricultura familiar y hoy existe el peligro de que se destruyan”, concluyó León.
Por su parte, Diego Fernández trazó un panorama de la concentración económica de la producción primaria en la región pampeana. “Casi un 80% de productores maneja solo el 20% de la soja argentina y, como reverso, hay un 6% que maneja más de la mitad de la cosecha”, graficó Fernández acerca de la concentración productiva, en crecimiento desde principios de la década del 90. 
El miembro del Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios criticó además la indiferenciación de actores que se realiza en el despliegue de las políticas públicas para el sector y remarcó que “las grandes vigas maestras de las políticas económicas son las que están explicando el proceso que está pasando ahora, que es el manejo brutal del tipo de cambio y el sistema impositivo, sin hacer ningún tipo de diferenciación”. “Si las reglas del juego dicen que no hay ningún tipo de inhibición en los comportamientos de los agentes económicos va a pasar lo que viene pasando, que es la presencia de productores cada vez más gigantes”, alertó Fernández.
Carlos León Aclara, la fuerte intensidad del crecimiento del área con soja, que en la actualidad supera el 60% del total de la superficie sembrada, y la modalidad del proceso de concentración de la producción, provocaron serios impactos socio ambientales.
 Existen condiciones de monocultivo en una proporción importante del área sembrada, especialmente en los suelos arrendados por grandes explotaciones, y la decisión unívoca del control de malezas mediante crecientes volúmenes de glifosato, esto afectó fuertemente ecosistemas y la salud en habitantes de regiones productivas.
Durante el período 2003-2015, si bien se ejecutaron una importante cantidad de proyectos orientados a la Agricultura Familiar y se asignaron recursos considerables, no pudo generarse una planificación del conjunto de los instrumentos creados a tal fin, de modo de lograr impactos considerables
.
Del mismo modo, si bien se logró jerarquizar el ámbito de la Agricultura Familiar creando un Secretaría dentro del Ministerio de Agricultura, por otro lado no se logró revertir la pérdida de la institucionalidad ocurrida en 1990 con la desregulación y desaparición de Organismos Públicos.
Sin embargo, hay que rescatar la sanción de leyes que procuraron un marco de referencia significativo para mitigar el “acaparamiento” de tierras y atenuar la debilidad estructural de la pequeña y mediana producción. Una de ellas es la Ley N° 26.737/11, “Ley de Extranjerización de la Tierra”, si bien su verdadero nombre es “Régimen de Protección al Dominio Nacional sobre la Propiedad, Posesión o Tenencia de las Tierras Rurales”. Esta ley impone límites a la tenencia de la tierra por parte de extranjeros, por región y por nacionalidad.
Si bien, previo a la sanción de esta ley, no logró elaborarse un diagnóstico preciso de la magnitud de tierras en propiedad extranjera, de modo de precisar un límite la existencia del instrumento legal impone restricciones evidentes, que en algunas regiones son de extrema importancia.
Otra ley a mencionar es la  N° 27.118 de 2013, de “Reparación histórica de la Agricultura Familiar para la Construcción de una nueva Realidad en Argentina” Aún no reglamentada, tiende a promover el desarrollo socioeconómico de la Agricultura Familiar y contribuir a la soberanía y seguridad alimentaria. Un aspecto trascendente de la ley es que establece la necesidad de crear un Banco de Tierras para la Agricultura Familiar, constituido principalmente por tierras públicas o que podrían ingresar al patrimonio nacional.
Otra ley trascendente es la N° 26.727/ 2011 de “Trabajo Agrario, que constituye un avance significativo en relación a la legislación que existía previamente en el ámbito laboral agropecuario.

A partir de diciembre de 2015, con la política económica irrestrictamente liberal, el actual gobierno ha avanzado en iniciativas que llevan a agudizar los problemas de concentración de la producción agropecuaria y acentuarán aún más la debilidad de la agricultura familiar. Mencionaremos, entre otras, a las siguientes:
            i)La modificación de la Ley 26.737 de “Extranjerización de la Tierra” a partir del decreto N° 820/16, que, con el pretexto de atraer inversiones extranjeras, elimina controles que debían hacer la UIF y AFIP a capitales extranjeros que quisiesen adquirir tierra. Facilita la venta de terrenos con espejos de agua. Permite eludir con maniobras administrativas y contables, las limitaciones y obligaciones impuestas por la ley.
            ii) A pesar de los constantes reclamos de todas las organizaciones de agricultores familiares, continúa sin reglamentarse la Ley N° 27.118, mencionada anteriormente. No obstante, desde el gobierno se ha avanzado con iniciativas de enajenación de la tierra pública existente y con potencial valor agrícola. De este modo, se impediría posteriormente concretar uno de los objetivos de la ley, la creación del “Banco de Tierras” para la agricultura familiar. En esta misma dirección, hay que mencionar la reciente sanción del decreto N°225/17 que dispone la venta de activos públicos, entre ellos un campo en zona de regadío en Mendoza: aproximadamente 4.000 ha y otro en Córdoba: 8.500 ha, que pertenecerían al ejército. Ambos de importante valor productivo.
            iii) En el transcurso del último año y medio, se han verificado reiterados intentos de desalojos de campesinos de sus tierras, en distintas provincias, por grandes propietarios. Especialmente en territorios de comunidades indígenas, a pesar de que están registradas en el marco de la Ley N° 26.160. El objetivo que persiguen es ocupar dichas tierras, para explotarlas con producción de granos y/o ganadería, desconociendo la agricultura en pequeña escala existente en dichas comunidades.
            iv)  La pequeña producción agraria está recibiendo los impactos regresivos de la actual política económica. Recientemente, el presidente de la Federación Agraria Argentina, invocando un estudio de la Agricultores Federados Argentinos, dio cuenta de la profunda crisis en la agricultura familiar. Declaró que un chacarero que tiene 50 ha propias o 100 arrendadas, no puede cubrir con sus ingresos, la canasta básica del INDEC. Entre las causas menciona la baja rentabilidad por el aumento de costos la falta de transparencia en las cadenas, mercado interno deprimido y la falta de respuesta adecuada del estado ante la emergencia hídrica.
            v) Si bien, La fuerte apertura importadora de la actual política económica, afecta drásticamente al sector PyME industrial, perjudica también a la pequeña y mediana producción agropecuaria. El Informe 2016 de Importaciones elaborado por la provincia de Santa Fe, registró el impacto de la importación en lo relacionado a distintos rubros de la producción primaria, que se realizan en dicha provincia. En el caso de alimentos de origen animal, los volúmenes importados en 2016 respecto al año anterior, crecieron en los cuatro rubros de interés provincial, entre 122% a 891%. Se destaca el caso de la carne porcina, que registró en 2016 un volumen de importación de 25,7 millones de kg. Hay que mencionar, que en la última década, hubo una fuerte expansión de la actividad porcina en el marco de la agricultura familiar. En cuanto a alimentos de origen vegetal el Informe registró, entre otros, la importación de 17,5 millones de kg. de batata, 11,6 millones de kg de zanahorias, rubros que prácticamente no registraban importaciones anteriores. todos ellos relacionados con la producción pequeña y mediana. En algunos casos, estos volúmenes importados son significativos, en relación a la producción nacional.
Existe otro conjunto de impactos negativos agropecuaria, que por razones de síntesis, no es posible profundizar. Entre ellos: la crisis generalizada de la pequeña y mediana producción en las economías agrarias extra-pampeanas.  Ocasionada, entre otros, por:
 i) los desincentivos a la industrialización en las distintas cadenas, debido a la nueva estructura de precios relativos, favorable a la primarización; ii) la caída generalizada del consumo interno, principal componente de la demanda de las economías regionales; iii) los efectos de la importación en casos como la producción forestal maderera, vitivinícola, entre otros; iv) y el creciente proceso de concentración alentado por la actual política económica.
Obviamente, esta situación afecta también intensamente a los trabajadores rurales y de las manufacturas de origen agropecuario. Un sinfín de conflictos se han registrado en el último año y medio, tales como los del sector yerbatero, tambero, limonero, frutícola, el Alto Valle y Valle Medio, azucareros en Salta, entre otros, que indica el intenso impacto negativo de la actual política económica y sectorial sobre las clases rurales más débiles, de pequeños productores y de obreros rurales.
En respuesta a esta situación, hay que mencionar la existencia de innumerables exteriorizaciones y manifestaciones por parte de estos sectores sociales, que han tenido lugar desde que asumió el actual gobierno. Reclaman acceso a la tierra, resisten a que los despojen de los campos donde se asientan desde hace décadas, piden el mantenimiento de fuentes de trabajo, impulsan la presentación de proyectos de leyes que los protejan, etc.
Además debe observarse con atención y valoración, el importante número de organizaciones de la agricultura familiar existentes en todo el territorio del país, representando a cadenas productivas, a sectores campesinos, a comunidades indígenas, a cooperativas, etc.: protagonistas de todas estas exteriorizaciones y reclamos.
Otro punto de vista:
La política agraria Argentina quiere evitar una nueva crisis económica. Y el gobierno piensa que la solución las inversiones internacionales. Entonces, la política agraria no existe salvo como una política económica. Los intereses económicos son más importantes que los de los campesinos o de la conservación del ambiente. Por el problema de la inseguridad alimentaria, podríamos decir que la plata vale más que el plato. Unos países consideran que hay que ganar dinero extranjero para llenar los platos de la población. Entonces, esos países cultivan productos que pueden exportar y no alimentos que la población podría comer. Otros países prefieren cultivar alimentos y comer lo que producen al limitar las importaciones. Hay que elegir: producir lo que la población puede comer o producir para exportar y ganar dinero con cual pagar importaciones de alimentos. Son dos políticas económicas diferentes. (Francois Collart Dutilleul, director del Programa Lascaux, de la Universidad de Nantes (Francia)2012).  Lo que no considera el señor Dutilleul es que un país como el nuestro debe hacer ambas cosas, debido a sus posibilidades naturales y que no existe industria para sostener al sector.
“Además añade; El sistema de propiedad privada no funciona de manera satisfactoria cuando se trata del alimento, porque nunca debería tener el monopolio de un bien vital para la población. Al mismo tiempo, parece difícil excluir la propiedad privada.” Entonces ¿cómo combinar propiedad privada y patrimonio? El derecho tiene respuestas: El programa europeo Lascaux busca y analiza este tipo de ejemplos, que pueden servir de modelos. En particular, el derecho nacional debe pensar las soluciones. Sin embargo, el problema mayor es que los productos resultantes de los recursos naturales están regidos por el derecho de la Organización Mundial del Comercio. Lo que los recursos naturales producen se vuelve mercancía. Pues la pregunta puede ser: ¿cómo podemos hacer para que esta mercancía no sea considerada como ordinaria sino como especial?
El acaparamiento de tierras en clave nacional
A fines de 2011 el gobierno nacional presentó un proyecto de Protección al dominio nacional sobre la propiedad de tierras rurales (más conocido como Ley de extranjerización de la tierra) que luego, con algunas modificaciones, fue aprobado por el Congreso Nacional. La Ley pone un tope máximo del 15% del territorio rural argentino en manos extranjeras y cada extranjero no podrá tener más de 1000 hectáreas a su nombre. Las estimaciones –porque no hay un catastro bien confeccionado -- oscilan entre el 7 y el 10 %, por lo que se trata casi, de en un proyecto de promoción.
La problemática de la concentración de la tierra es un crucial, no sólo por capitales extranjeros sino también por capitales nacionales, como testimonia el caso del grupo Los Grobo, presidido por Gustavo Grobocopatel, quien ironiza sobre sí mismo diciendo que es el primer empresario ‘sin tierra’. Este grupo económico tiene 17.700 hectáreas propias, pero cultiva en total más de 290 mil hectáreas de tierras arrendadas en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, y tiene como objetivo llegar a sembrar cerca de 400 mil en el Mercosur.
Pero esta no es la única forma de acaparamiento de tierras: en los últimos años gobiernos importadores de alimentos comenzaron a comprar o arrendar grandes superficies de tierra en África, Asia y América Latina con el fin de producir alimentos. El caso local más emblemático es el de las 240 mil hectáreas entregadas a la empresa estatal china Heilongjiang Beidahuang, a partir de un acuerdo firmado con la provincia de Río Negro, para el cultivo de soja, además de derechos de irrigación y la concesión del puerto atlántico de San Antonio. Acuerdo finalmente frenado por el Poder Judicial de esa provincia.
El acaparamiento y la concentración de tierras resultan en problemas a varios niveles. Al nivel local, la efectividad del derecho a la alimentación con el uso del suelo está amenazada por la expulsión de campesinos instalados en las tierras. Al nivel nacional, la escala y el modalidad de producción, la elección de variedades puede resultar en la destrucción de la biodiversidad y del Hábitat, y problemas de seguridad alimentaria –con el caso de los agrocombustibles, por ejemplo–. Aparecen también problemas socio-económicos, como la destrucción de empleos y la conversión de los campesinos en empleados mal remunerados. Al nivel internacional asistimos al debilitamiento del derecho del suelo y del ambiente. De la misma manera que los recursos naturales, el acceso al suelo depende de la legislación nacional. Si los acaparamientos de tierra y la concentración de las tierras a manos de empresarios son posibles, es porque la legislación nacional lo permite. Aunque no es suficiente, el derecho es necesario, constituye la primera etapa para garantizar el acceso a la tierra de los campesinos, y la seguridad alimentaria de las poblaciones.
Semillas para pocos
No hay la biotecnología moderna y su inserción en el agro a través de las semillas transgénicas incentivaron la reformulación del sistema de propiedad intelectual en innovaciones vegetales. En Argentina, una forma de proteger las semillas se da a través de la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas que data de 1973 pero cuyo reglamento se modificó por última vez en 1991. Según esta legislación, no lesiona el derecho de propiedad sobre un cultivar quien reserva y siembra semilla para su propio uso,(proviene del acta de la unión para la protección de las obtenciónes vegetales, aun no aceptada)
La industria semillera en nuestro país viene cuestionando desde hace tiempo el denominado ‘uso propio de las semillas’, una práctica a la que acusan de ser la responsable del incremento de la conocida “bolsa blanca” (mercado ‘ilegal’ de semillas). Por ello, desde 2003 vienen presionando para que Argentina modifique la norma que regula el sector y se adapte al nuevo marco internacional que es mucho más agresivo en este sentido.(acta UPOV/91)
El año pasado, la discusión tomó un nuevo impulso cuando el Ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, expresó la voluntad política de que la ley se modificara antes de fin de año. Sin embargo, las negociaciones se frenaron y aún no fueron reanudadas. El nudo del conflicto estuvo en el  ‘uso propio’ de las semillas, ya que una de las consecuencias más importantes que tendrá es el impacto directo en los derechos de los productores agrarios a guardar, conservar, intercambiar y reproducir sus propias semillas. La nueva legislación apunta a reglamentar y restringir el ‘uso propio’ remarcando que solo podrán hacer uso de esta prerrogativa los denominados ‘agricultores exceptuados’, quienes deben estar debidamente inscriptos en el Registro Nacional de Usuarios de Semillas.
 El enfoque se basa en varios principios: el respeto y el reconocimiento de los múltiples derechos sobre la propiedad agraria, la adaptación de las acciones a los contextos socioeconómicos, la ayuda en la elección de políticas sin injerencia pero favoreciendo las gestiones inclusivas, la coordinación con otros proveedores de fondos.
La cuestión de la propiedad agraria, en reemplazo del concepto de productor agrario, desempeñaría un papel central en las políticas públicas de ordenamiento del territorio, de aumento o de disminución de la pobreza y de las desigualdades, en medios tanto rurales como urbanos.
Se plantea un cambio de paradigma: centrar la política en la propiedad agraria como patrimonio nacional y generador de riqueza para su región y el país. Evitando transitoriamente el objetivo de redistribución  de tenencia de la tierra, simplemente por ser a corto plazo traumático y sin garantías de una producción mayor y mejor.
Posteriormente a través de un anexo sobre la compra-venta de inmuebles puede moldearse, hacia una tenencia de la tierra más justa y menos monopólica.
El programa debe evitar el minifundio inviable, estimulando el asociativismo con los mismos métodos que se han usado en la experiencia extensionista.
Patentes:
El derecho de patentes constituye un mecanismo muy poderoso porque ofrece al inventor un monopolio a largo plazo sobre la invención. Hay que estar particularmente vigilante con las patentes sobre lo vivo y además sobre las semillas porque, como fuente de alimento, son de fundamental importancia para la vida. Ahora, el derecho de patentes favorece claramente las grandes empresas de semillas, a menudo en detrimento de los pequeños productores. Por estas razones hay que tener cuidado de preservar los derechos de los campesinos, limitando el poder de empresas como Monsanto sobre el mercado de semillas, para mantener la diversidad y libre acceso a las semillas. Es muy importante reconocer a los campesinos un verdadero derecho sobre las semillas conservadas en la finca. Así, podrán reservar y usar las semillas cosechadas sin pagar regalías. Hay que promover la circulación y el intercambio de semillas para mantener una diversidad.
Si Monsanto (integrado ahora por al grupo alemán Bayer) tiene un monopolio sobre semillas y o tierras, es porque lo permite el gobierno provincial o nacional. Una reforma como esta no es necesariamente mala si esta redactada de manera justa y tiene en cuenta los intereses de todos. Por el contrario, si sólo es una repuesta a un lobby de empresas de semillas, existe el riesgo que los pequeños campesinos sean excluidos. Una reforma así sería un peligro cierto para los pequeños productores, para la biodiversidad y para la seguridad alimentaria.
El alimento no debe ser visto como simple mercancía como los otras. Para salir de esta lógica, es necesario responder a varios problemas a la vez. Actuar sobre la Organización Mundial del Comercio, cuyo derecho prevé mecanismos para tomar cuestiones extra-comerciales como la seguridad alimentaria. Es necesario también reconciliar lo global y lo local, y actuar sobre la propiedad intelectual que conduce a la perdida de la soberanía sobre los medios de producción. Hay que empezar incidir sobre la tierra y los medios de producción, porque entonces se controla toda la cadena.
No debemos esperar de los países una actitud humanitaria, sino de manera marginal. Es la razón por la que es fundamental mantener su soberanía sobre el suelo, las semillas, su soberanía comercial y alimentaria. Desde el etiquetado a la atención de los consumidores, quienes podrían ser informados de las circunstancias en las que fueron producidos los alimentos que consumen, también es una pista de reflexión del programa Lascaux.
No hay dudas de que el avance del desierto sobre tierras productivas continua sin cesar. En muchos casos nada se puede hacer ante este efecto del cambio climático, pero en la mayoría, con inversiones en derivación de corrientes de agua, como el riego localizado, se irán instalando.
Consideraciones.
Todo esto indica la necesidad de aunar las diversas problemáticas semejantes en las distintas regiones, y lograr una articulación de las organizaciones de la pequeña producción agraria. De este modo será posible elaborar un programa articulado de necesidades y reclamos, que trascienda lo local, que acerque la problemática agraria a las legislaturas provinciales y nacional, que proponga límites a la concentración de la tierra y de la producción, y que intente articular sus intereses con los de otros sectores sociales fuertemente afectados por la política económica vigente.
Podríamos considerar:
1.   Apoyar una renta viable y la resiliencia de las explotaciones agrícolas en todo el territorio nacional para mejorar la seguridad alimentaria.
2.   Incluir, salvo para su estudio minucioso, los sectores que forman la economía del país. Todos los sectores constituyen el origen de la riqueza común, y así como hacen los países más avanzados, debemos exportar más de lo que se importa en valores reales. En Argentina no sólo podemos aumentar nuestras exportaciones sino sustituir importaciones, dejando solo a bienes especiales y sin influencia en el equilibrio económico. Cuanto mayor es el volumen, más atractivos seremos como cliente.
3.   Ante la falta de un aparato industrial fuerte, el sector agropecuario deberá autofinanciarse e invertir en la sustitución de insumos importados.
4.   Promover la sustitución de importaciones para generar un sector que pueda ayudar financieramente al sector rural, que poco a poco se convierta en un alivio impositivo para el campo y un sostén ante eventualidades del mercado.
5.   Los principales rubros a sustituir son: Energía, vehículos, productos químicos, medicamentos, maquinarias, aviones, armas, helicópteros, barcos, software, semillas y aparatos médicos.
6.   Mejorar la orientación al mercado y aumentar la competitividad, en particular haciendo mayor hincapié en la investigación, la tecnología y la digitalización.
7.   Mejorar la posición de los agricultores en la cadena de valor.
8.   Contribuir a la atenuación del cambio climático y a la adaptación a sus efectos, así como a una energía sostenible.
9.   Promover el desarrollo sostenible y la gestión eficaz de recursos naturales tales como el agua, el suelo y el aire.
10.Contribuir a la protección de la biodiversidad, potenciar los servicios ecosistémicos y conservar los hábitats y los paisajes.
11.Atraer a los jóvenes agricultores y facilitar el desarrollo empresarial en las zonas rurales.
12.Promover el empleo, el crecimiento, la inclusión social y el desarrollo local en las zonas rurales, así como la bioeconomía y la silvicultura sostenible.
13.Mejorar la respuesta de la agricultura de la nación a las exigencias sociales en materia de alimentación y salud, en particular la preocupación por unos productos alimenticios seguros, nutritivos y sostenibles, así como en materia de bienestar de los animales. establecer una relación de las intervenciones necesarias y un «arsenal» común de medidas que puedan ser utilizadas por las provincias para alcanzar los objetivos comunes.
14.Preservar el mercado y unas condiciones equitativas para todos los agricultores de todo el País. Garantizar la ganancia del productor. Dejar de lado el concepto de economías regionales por solo economías, liberar las capacidades productivas y la generación de sistemas productivos propios e invertir en el desarrollo férreo para bajar costos a los puertos de exportación.
15.Analizar el concepto de mercado transparente para establecer un seguro de rentabilidad, compensando los precios bajos con retenciones, sobre lo un valor acorde establecido para el mercado interno.
16.Velar por que haya salvaguardias para garantizar que la política hace lo que se propone hacer, y ofrecer una serie de indicadores para evaluar los progresos realizados.
Reflexión.
Los agricultores y cada sector saben mejor que nadie qué apoyo necesitan para mejorar su rendimiento. Con los nuevos planes estratégicos, las provincias pueden trabajar con los agricultores para determinar lo que debe hacerse a nivel nacional o regional a fin de cumplir los objetivos acordados en común, con mayor flexibilidad en la elección de las medidas más apropiadas para la consecución de resultados. La lista de amplias medidas acordadas a nivel de la Nación también se racionalizará; por ejemplo, Si se define grandes ámbitos de acción en el marco del desarrollo rural (medio ambiente y clima, jóvenes agricultores, instrumentos de gestión de riesgos, conocimientos e información, crecimiento y desarrollo, etc.). Dejar a las Provincias más responsabilidad en cuanto a la mejor forma que tengan de cumplir los objetivos globales, en lugar de imponer un enfoque único demasiado preceptivo, será más simple y también más eficaz.
Estos planes estratégicos de la Política Agraria indicarán cómo se propone cada provincia alcanzar los objetivos generales consensuadas, teniendo en cuenta sus propias necesidades específicas. Deberán definir una estrategia y explicar de qué manera se lograrán estos objetivos con la ayuda de acciones de ambos pilares. Los planes fijarán también las metas para alcanzar los objetivos; el progreso para llegar a estas metas se evaluará a nivel de Estado y será verificado por el congreso en el marco de seguimiento y revisión.
La necesidad de un sueño compartido requiere definir una política agraria de integración y desarrollo nacional, un objetivo a seguir y recursos por preservar. Gracias.
Carlos Pazos -011-15-35612847
Martinez – San Isidro – Buenos Aires.



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